Son cuantiosos los estudios antropológicos europeos - muchos nacidos en Canarias - que hasta hace apenas ochenta años rechazaban el origen africano de los indígenas canarios. Ese proceso civilizatorio europeo que se ha llevado a cabo desde la conquista por parte de la Corona de Castilla en el siglo XV ha penetrado de tal manera - sigilosa pero contundente - que ha permitido una desafricanización emocional, intelectual, cultural y física del Archipiélago que perdura hasta el presente. Esa repulsa, que obviamente aporta una capa blanquecina sobre el rostro de las Islas, ha configurado una sociedad olvidadiza y aturdida que no (re)conoce que las tribus bereberes que una vez se adentraron en el mar para llegar a Canarias son primas hermanas de aquellas personas que hoy alcanzan la costa canaria a bordo de pateras.

 

Partiendo de estas lecturas, Rigoberto Camacho (Lanzarote, 1985) propone una amalgama de narraciones híbridas donde fusiona diferentes especies de animales frecuentes en el África occidental, elementos vinculados a la navegación, escarificaciones y grafismos geométricos que remiten a la cultura aborigen canaria, muy similares, por cierto, a los empleados en diversas zonas de la geografía bereber norteafricana. El artista presenta un ensamblaje tanto cultural como visual con el que genera un compendio de dispositivos que le permiten, por un lado, poner la mira en discursos periféricos y comunidades limítrofes y, por otro, disertar sobre exotización, flujos migratorios y trampantojo histórico.

 

Con su habitual lenguaje escultórico constantemente apoyado por prácticas apropiacionistas y el empleo de un amplio abanico de materiales - que van del papel a la cerámica esmaltada pasando por el ácido poliláctico -, Camacho despliega toda una serie de animales como el ñu, el búfalo o el bongo, todos ellos conocidos por formar parte del listado de fauna migrante de África, quienes principalmente se desplazan en busca de alimento. Significativo es que el artista no extrae la imagen del animal de Google Images, sino que acude a las representaciones que realizan diferentes tribus africanas. De esta forma, podemos encontrarnos con la efigie de un felino llevada a cabo por un tallador de la tribu Bwa (Burkina Faso) combinado con un llamador de puerta con forma de cabeza de león que fácilmente podemos descubrir en las entradas de muchas viviendas europeas. Asimismo, observamos diferentes máscaras - elemento habitual en el trabajo del artista canario - procedentes de los pueblos Senufo (Costa de Marfil) o Baga (República de Guinea) y símbolos Adinkra (Ghana) que se yuxtaponen a motores de barco, chalecos salvavidas o manillas de plátanos.

 

Rigoberto Camacho acude una y otra vez al pasado para cuestionar el presente; un presente incierto, camaleónico y violento. Y, he ahí, en ese escenario enmarañado repleto de objetos y estructuras varias donde el artista nos ubica, obligándonos a explorar cada elemento, cada gesto. Arqueología del presente ofrece una ventana para comprender la sociedad contemporánea a través del lente del pasado y desafía nuestras ideas preconcebidas sobre lo que constituye la historia. Una forma de entender nuestro entorno, nuestros comportamientos, nuestros valores y, por supuesto, una vía para conocernos a nosotros mismos.

 

Adonay Bermúdez